Es sabido que, por sus características, el maní es un cultivo que genera un gran impacto en el suelo: la flor se entierra y el fruto debe ser cosechado removiendo el suelo, lo cual, implica riesgo de erosión. Por eso, y teniendo en cuenta que la zona de producción que antes se concentraba en Córdoba y San Luis, hoy se ha extendido a La Pampa y noreste de Buenos Aires, el INTA formuló una serie de recomendaciones de Buenas Prácticas Agrícolas para minimizar los riesgos.